Thursday, June 23, 2011
El cielo vespertino, ya sea veraniego, u otoñal, siempre tiene algo de mágico, sobre todo si hay alguna nube surcando la amplitud celestial. Esas pequeñas o grandes nubes algodonosas, ya sean grises, azuladas, rosas, algunas con un brillo especial, me transportan al pasado, afuera de este mundo, lejos de todo, hasta de los pensamientos. Las miro, y pienso, 'oh, qué maravilla...'. Puede sonar muy cursi, pero en ese instante, yo no soy yo, no estoy dónde estoy, navego en un sentimiento intenso, poderoso, aunque efímero.
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