Este poema representa un recuerdo de un día que marcó mi poesía para siempre. Todas las imágenes, el muro de piedra, los eucaliptos, la 'fria verja' -tema recurrente en mis últimos libros-, se refieren a mi colegio. El otoño, a aquella época que como el color de la estación, fue 'dorada'.
A la tarde la dora el sol de otoño
que se filtra entre los eucaliptos
a sus secas hojas las arrastra
el aire ventoso
se vuelven los días breves, poco a poco el frío
regresa la serena nostalgia
el recordar sin rumbo fijo
las tardes junto al muro de piedra
versos pequeños, infantiles, significativos
la melancolía en la mirada
el alma de ilusiones desierta;
Paseo las manos por la fría verja
¡cuántos otoños han pasado!
no me hago a tu ausencia
el viento barre mis lágrimas
pero no se lleva la tristeza
que perdura en mi desde aquellas tardes
de una felicidad que yo ansié eterna
aquellas tardes otoñales, veloces, amarillentas;
La pequeña felicidad que me acogía
fue sin duda efímera pero intensa
puedo clamar, ¡vivía, vivía!
Por fin la alegría me había abierto su puerta;
Aquella gran ilusión se convirtió en polvo
se acercaba el invierno, y con él, el frío
se alejaban los felices días de otoño
los días de alegría menguaban
¿cómo pude entonces no apreciar tanta vida?
¿Y si hubiera tenido la idea
de guardar cada momento
en un poema, versos, palabras?
¿Serían los días una tortura, un lamento
constante?
A la tarde la dora el sol de otoño
el mismo sol, que siendo niña
me vio entornar los ojos
empañados por las lágrimas
arrastra las hojas de los eucaliptos
el viento, el mismo que se llevó las palabras
aquellas dichas bajo el sol de octubre
entornado por nubes rosadas.
(2 de Octubre de 2010)
De 'Días de Otoño, Tardes de Invierno' (2009-2011)